viernes, 1 de abril de 2011

Escritura Creativa: Tardes de Otoño

Tardes de Otoño

La pequeña población de la ciudad estaba en hora de siesta. Las copas de los árboles se balanceaban con el viento y lanzaban hojas color anaranjado y rojizo de diferentes tamaños. La cerca recién colocada, tenía olor a pintura fresca. Ésta se reflejaba en el gran lago cuyas corrientes eran calmas y muy suaves. La calle se curvaba en una forma parecida al zig-zag. Las casitas la bordeaban intimidándola con sus altos techos en tonos grises y azulados. Había algún que otro arbusto perdido por allí, pero casi ni se notaban porque el frío los había dejado sin su ropaje. Los faros no estaban encendidos, el día era fascinante, y el sol brillaba esplendoroso en el lecho celeste y blanco. Las nubes cual algodón tenían una forma perfecta. Siempre solía ser así en las tardes de otoño. Ya estaba llegando el invierno, por eso los niños aprovechaban a salir a jugar con algunos abrigos puestos. Dos hamacas solitarias colgaban de dos sogas amarradas en un árbol cuya rama era fuerte y alargada. Una niña y un niño aprovecharon utilizarlas ya que nadie estaba despierto. Sus cabellos volaban junto con la brisa que venía del lago y el viento que acariciaba sus frentes. El sol ya no duraba tanto como en el verano, por eso el crepúsculo ganaba la carrera más seguido cuando se trataba de las apariciones más rápidas del cielo. Poco a poco, la temperatura bajaba y las ventanitas de la ciudad se tornaban amarillentas. Las estrellas deslumbraban, y ni hablar de aquella luna llena. De pronto, una niebla de ronquidos cubrió todos los rincones.



Rocío Durán, IºB

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